El proceso de la lubricación de maquinaria tiene su inicio en la selección del lubricante correcto, y su n en la disposición responsable de los lubricantes usados. Ambas acciones son de vital importancia; la primera para mantener nuestra maquinaria en buenas condiciones y la segunda para conservar nuestro mundo para las siguientes generaciones.
Durante años he sido testigo de nuestra falta de cultura ecológica en todos los aspectos de la vida. Yo mismo nací y crecí sin ella. Debo reconocer que fue mi hijo Alejandro quien me dio la primera lección de ecología (ya había yo escuchado la palabra). A su regreso del jardín de niños, nos pidió a su madre y a mí que le compráramos dos botes para la basura. En su clase de ese día les habían hablado de la necesidad de separar los desperdicios en orgánicos e inorgánicos y su maestra les había dejado de tarea implementar esas acciones en casa. Pasaron los días y Alejandro insistió: ¿dónde están los dos botes de basura? Accedimos y los compramos. Sin embargo esto no terminó allí. Se convirtió en nuestro celoso guía y guardián. Cuando yo tiraba la basura en el depósito incorrecto, él me corregía. En unas cuantas semanas, aprendimos la lección.
Sin embargo, él se dio cuenta que al pasar el camión de recolección, la basura se revolvía y entonces separarla en casa no cumplía totalmente el objetivo. No obstante continuamos haciéndolo. Afortunadamente, nuestro municipio (en el año 1991) inició con un programa de “Basura que no es Basura” y todos los miércoles el camión sólo recolectaba los materiales inorgánicos. Su carita se iluminaba cuando él mismo sacaba sus bolsas de residuos reciclables. Ahora en León hay dos días a la semana de recolección de materiales inorgánicos.
Seguramente muchos de los actuales profesionales de confiabilidad han adquirido esta conciencia o han sido educados en ella. Sin embargo, creo que es importante reflexionar un poco más respecto a nuestra participación. Soy un convencido que los problemas del mundo no se arreglan con Protocolos, Acuerdos o Convenios Internacionales. Éstos sólo son marcos de voluntades y distribución de recursos que buscan establecer mecanismos en los que los ciudadanos participemos y actuemos. Un gobierno no tiene la capacidad (aunque tuviera todo el deseo) de hacernos actuar de manera tal que los problemas se resuelvan. Todo se remite a lo que nosotros queramos hacer por voluntad propia.
Es por ello que quiero invitarlos a re-pensar su comportamiento respecto a la ecología (ya después podrán transferirlo a otras áreas). Muchas de las acciones ecológicas se han comenzado a implementar en América Latina por el surgimiento de las leyes y la obligatoriedad de cumplirlas (bajo la pena de multas, clausuras o incluso cárcel). Es obvio que todas las medidas de separación, almacenamiento y disposición ecológica tienen un costo muy alto para las empresas y la mayoría implementa acciones dirigidas a su cumplimiento. Todas las personas involucradas en el proceso de administración de residuos peligrosos ponen especial cuidado para cumplir con estos requerimientos y documentarlos.
¿Qué pasaría si nuestro enfoque no se centrara únicamente en “cumplir con la ley”, sino en aplicar lo que nuestra consciencia nos indique? Estoy seguro que haríamos mucho más. Esta semana visité una planta de conversión de lubricantes usados en combustibles en la parte central de México. Mientras escuchaba la explicación del proceso y admiraba la moderna planta, no podía dejar de pensar en lo importante que es crear una cultura y concientizarnos de la importancia de la cultura de la separación. Les explico por qué; La mayoría de los procesos de re-conversión utilizan materiales que mucha gente considera desperdicio (basura). Para muchos de nosotros, el aceite usado es un problema del que debemos deshacernos de la manera más fácil, pero además cumpliendo con la ley. Sin embargo, para otros es una materia prima que debe cumplir con ciertos requisitos de “calidad”.
Me explicaron que la planta de re-conversión debe ser desmantelada cada 25 días para retirar los residuos de las tuberías. De no hacerlo, el proceso sería afectado y el producto nal sería de mala calidad, hasta el punto de no poder producir más. La causa: la calidad de la materia prima. Pregunté: ¿qué pasaría si recibieras un aceite sin lodos, agua y de un solo tipo? Casi se ríe de mí. Su cara lentamente fue cambiando de sorpresa a una sonrisa, y respondió: “¡mi proceso sería estable, la limpieza innecesaria y la calidad excepcional!, pero eso es imposible. En ocasiones ni siquiera tenemos materia prima, menos podemos pensar en un aceite usado de buena calidad”.
Este es mi punto. Necesitamos entender y hacernos conscientes de que el aceite usado no es un desperdicio, es una materia prima que debe ser tratada adecuadamente. Desde hace años en mis consultorías y seminarios recomiendo la separación de los lubricantes, el trato adecuado a estos productos, y un almacenamiento que impida su contaminación con lodos, agua, solventes y otros compuestos químicos. Muchos argumentan que no tiene sentido separar los lubricantes, si al nal todos se mezclan. Entonces me llega el recuerdo de la lección aprendida de mi hijo de cuatro años: “lo primero es crear la cultura de separación, ya vendrá posteriormente la de aprovechamiento”. Ya estamos en estos tiempos. Estas plantas de recuperación y re-refinamiento son ecológicamente eficientes y una mejor alternativa que otros tipos de disposición final. Para que puedan subsistir, necesitan una gran cantidad de aceite usado y de buena calidad.
Tenemos que ser conscientes de ello, y además de cumplir con la ley, decidir personalmente el mejor destino de los materiales inorgánicos que desechamos y seleccionar los métodos para su aprovechamiento, que disminuyan nuestra huella en el planeta. Recuerde que en realidad no son desperdicios, ¡son materia prima!
Nuestra consciencia es más poderosa que cualquier ley. Lo que podemos hacer por voluntad y conocimiento, con certeza superará lo que la ley nos pueda imponer.
Dignifiquemos nuestra profesión y cuidemos nuestro planeta.
Noria Corporation. Traducido por Roberto Trujillo Corona, Noria Latín América.